Hay una dimensión experimental en este largometraje de Diego Acosta, un impulso por expandir los aspectos formales y jugar con la textura visual y sonora, al punto de remitirla hacia lo anacrónico. "Al amparo del cielo" ganó el premio al Mejor Largometraje Chileno en el 28° FicValdivia y es un estilizado trabajo que narra el viaje que un arriero, Don Cucho, realiza cada año para llevar a más de mil ovejas hacia la Cordillera de los Andes, acompañado por un puñado de hombres y una decena de perros. Es un viaje duro y peligroso que pareciera que ya no está en condiciones de llevar a cabo, pero hay una dimensión natural que parece movilizar a hombres y animales y que la textura del filme amplifica. En esa tarea, a la vez irrelevante y titánica, la película da cuenta de personajes en extinción, tipos humanos desplazados por el tiempo y aplastados por el progreso que el filme se niega a olvidar.

Su labor allí será cuidar a miles de ovejas y adaptarse a las condiciones culturales e idiomáticas completamente diferentes. Nicolás Molina ya había demostrado una notable paciencia y capacidad de observación en el largometraje "Los castores" (2014, codirigido con Antonio Luco) y en este nuevo trabajo conduce el relato desde la noción de distancia y desarraigo. Los dos personajes, que se encuentran en otro país para juntar dinero y enviarlo a sus familias, establecen relaciones de simetría con sus oficios en Chile, donde el paisaje natural cobra una relevancia crucial, del mismo modo que en "Los castores" y, específicamente, en "Flow" (2018), la anterior obra de Molina donde se establecen paralelismos similares entre el río Ganges y el Bíobío.